Podría escribir y escribir un
montón de cosas acerca de cómo me sentí en esta relación contigo. Podría
empezarte a contar con detalle dónde nos equivocamos, dónde nos herimos y dónde
empecé a sufrir contigo y por ti. Podría dejar ir toda mi rabia en estas líneas
esperando a que te enteraras de todo. Pero no voy a hacerlo porque no fue tu
culpa. No fue tu culpa que la llama de nuestro amor se fuera apagando día a
día, no fue tu culpa que habláramos y no nos entendiéramos. Simplemente esta
historia tenía una fecha de caducidad y nos fuimos muriendo día a día, hasta
estar sentados en el sofá cómo extraños, evitándonos y sobretodo negando lo
evidente: se nos había acabado el amor.
Me gustaría que fueras consciente
de lo muchísimo que te quise, de lo que luché por nosotros y de lo que desgasté
mi corazón intentando ser cada día mejor persona para ti y para nuestro hogar. Me
gustaría que supieras de todo el amor que derroché entre sábanas contigo,
de todo el amor que te entregué sincero de mi corazón y de todas las ilusiones que compartí
deseando que por fin, esta historia fuera nuestro “juntos para siempre”. Luché
tanto que me olvidé de mí, otra vez, me dejé arrastrar por tu fuerza y
simplemente acabé agotada en la orilla. Por ti dejé muchas cosas atrás, me
olvidé de mí esperando obtener la recompensa ansiada: nuestra vida juntos. Y de
nuevo la vida me enseñó que así no funcionan las cosas.
Como siempre, cuando cierras un
episodio de estas dimensiones en tu vida, haces recapitulación y valoración,
aprendes de los errores y los asumes para que dentro de ti mismo no haya
fisuras que te impidan seguir avanzando. He aprendido mucho de nuestra
historia, he crecido, he madurado, me he hecho una mujer y he entendido qué
deseo de ahora en adelante en mi vida. Me has enseñado a poner los pies en el
suelo, a valorar el calor de un hogar, a amar a la familia por encima de todo, a
no dejar que te pisen los sueños, me has enseñado a querer ser yo más que nunca
con mis cosas buenas y mis cosas malas. Estando contigo me he privado de mí y
ahora que me he recuperado sé qué quiero a partir de ahora en mi vida y, por
encima de todo, es seguir siempre siendo yo.
Volveré a enamorarme, lo sé, y
será una persona muy especial, que me entienda, que me quiera como soy, que respete
a mi familia, que no pretenda hacer de mí un ideal, que comparta cosas conmigo
y que no le dé miedo a avanzar, a probar y a luchar por los sueños de ambos. Lo
más bonito de estar en pareja es sentirse feliz cuando la otra persona sonríe
desde el corazón sin juzgar, sin criticar, simplemente visualizando su momento desde
un rinconcito, sin molestar pero alentando y sabiendo que su apoyo está ahí.
Volverás a enamorarte y olvidarás
el mal recuerdo que guardas ahora mismo de mí. Me darás las gracias, como yo
voy a dártelas cuando entendamos desde el fondo de nuestros corazones que ha
sido una bonita experiencia la que hemos vivido y que sin ella, no seríamos lo
auténticos que somos hoy. Sé que es duro, para mí lo es cada día que pasa porque
arrojé muchas ilusiones por la borda, muchos de mis sueños se trucaron, pero tenía que ser así. No podía ser de otro modo. Nos ha tocado aprender.
Y ahora es necesario reflexionar,
perdonar, amarnos a nosotros mismos y destaparnos los ojos de la venda del odio y el dolor, la
soledad y la incertidumbre que nos hacen sentir inseguros y vacíos. Es momento de coger
fuerzas, descansar y disfrutar de lo que nos rodea, de todo lo que tenemos (que no es poco). Ahora tenemos que sembrar con claridad
todos nuestros proyectos futuros, para bien pronto, poder recoger la siembra y
seguir siendo felices.
Gracias por tu tiempo, por tu
amor y por esos buenos momentos. No olvido lo malo pero no voy a guardarnos
rencor por nada de lo que hemos experimentado juntos.
Me despido por fin y cierro esta
puerta con cuidado y dulzura, tal y cómo la abrimos un día. Nos deseo lo mejor.